Sometimes I wonder what would the kid I was think about me If he contemplated just for one instant the grown up I am these days. An incandescent light bulb. Old fashioned, aged, and apparently discontinued.
There it is, over my head, resisting to be changed. Like a good looser. Making me part and responsible of decisions, ideas, bumps, mistakes and success. It’s like that. We live in a moment where reality becomes more inconsequential day by day. We move beneath reflections, appearance, projections of what we might want to be like. Reality comes when you turn off the lights and you’re left alone with yourself.
But almost no one has the courage to talk about that. That’s why I enjoy being alone. Reflect myself on a mirror, light up a cigarette and smoke it with some memories that surround me, staring at me in silence, while I make monologues insulting the air. Life goes on (they say) but it’s not always true. Sometimes life does not go on. Sometimes days just pass by. Remembering.
Hoping that some day, time will come when the sound, the smell and the voice of any memories, sounds like the chorus of the right song. As the real reason to be of what we live is not other than music. And there stands the sense of memories. They are chorus lines.
Remembering. What is, literally, making something go through the heart again (re-cordis). In some places they say it like “waking up again” , “going out of a dream”. Maybe memories resides, at the end, on the heart.
Sometimes, being crazy is what sets us free.
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A veces me pregunto qué pensaría el niño que fui si pudiera contemplar durante un instante al adulto que soy. Una bombilla incandescente. Pasada de moda, envejecida y aparentemente descatalogada. Ahí está, sobre mi cabeza negándose a ser cambiada. Como buena perdedora. Haciéndome partícipe y responsable de decisiones, de ideas, de traspiés, de equivocaciones y de aciertos.
Ya veis. Vivimos un tiempo en que la realidad se torna cada vez más intrascendente. Nos movemos ente reflejos, apariencias, proyecciones de lo que nos gustaría ser. Lo real es cuando apagas las luces y te quedas a solas contigo mismo.
Pero casi nadie reúne el valor para hablar de eso. Por eso me gusta quedarme solo. Reflejarme en un espejo, encender un cigarro y fumármelo con algunos recuerdos que andan por ahí mirándome en silencio, mientras hago monólogos insultando al aire. La vida sigue (dicen), pero no siempre es verdad. A veces la vida no sigue. A veces solo pasan los días. Recordando.
Con la esperanza de que algún día, llegará el tiempo en que el sonido, el olor o la voz de cualquier recuerdo, suene como el estribillo de la canción adecuada. Ya que la verdadera razón de ser de lo que vivimos no es más que música. Y ahí estriba el sentido mismo de los recuerdos. Son estribillo.
Recordar. Que es, literalmente hacer que algo vuelva a pasar por el corazón (re-cordis). En muchos lugares también se emplea en el sentido de “volver a despertar”, “salir del sueño”. Quizá la sede de la memoria esté, a fin de cuentas, en el corazón.
A veces, estar locos nos salva.